"Leticia, en cambio, anhela un ritual. No busca tanto ser tocada como ser leída ?palabra por palabra, pliegue por pliegue. Su fantasía no es ser desnudada, sino desvestida de sí misma: que alguien le quite las máscaras sin romperlas, que la contemple en su vulnerabilidad sin juzgarla. Anhela ser adorada en su deseo más crudo, pero también más puro. Que el sexo no sea un juego de poder, sino un acto sagrado, donde no se la posea... sino se la revele".
Pueblos y Pecados no es solo una saga de mini-novelas. Es una travesía por una España que late en silencio: rural, antigua, profundamente carnal. Cada historia es una puerta entreabierta al delirio de lo prohibido, al deseo que no pide permiso y a las heridas que, por algún arte oscuro, también saben sanar.
En el corazón de cada volumen aparece él, Sunimod, el Hipnotista Peregrino. Llega como quien no quiere quedarse, pero se instala en lo más hondo de quien lo cruza. Habla poco. Mira mucho. Y cuando parte, deja atrás algo que no se ve pero se siente: susurros entre sábanas, secretos en los confesionarios, y un eco de placer que nadie se atreve a confesar en voz alta.
Aquí, la brujería no lleva escobas, sino miradas; la hipnosis no duerme, despierta. El erotismo no es un género: es un rito, un conjuro. Y el pecado... el pecado no condena, libera.
Cada relato puede leerse por separado, pero todos se respiran como parte de una misma liturgia pagana. Un universo de placer y misterio que huele a incienso viejo, tierra mojada y cuerpos al rojo vivo. Una España embrujada, sensual y sagrada, donde lo divino y lo sucio se dan la mano.