"Mis recuerdos como signos de pregunta, certeros, incómodos, nítidos, desdibujados por las ruinas del presente, indigeribles como una bola de hilos en la boca, frescos como higos, secos como piedras, extranjeros a mí misma. Página a página se consolida mi certeza, solo podré escribir deslizándome sobre los bordes de lo imposible que es conocer a alguien."
El adiós replica siempre un abandono, e inscribe en el tiempo una traición inconclusa. Y la muerte de Gladys trae consigo, además, la sombra de un mandamiento: "La vas a cuidar". Lida, la protagonista de esta novela, se ve encerrada por la severidad de este mandato y un nuevo vínculo que oscila entre el cuidado y la extrañeza. Las apelaciones a la memoria tejen una urdimbre sobre la que descansa la experiencia de una infancia compartida. Pero el sentido de esta experiencia solo será revelado cuando el efecto liberador de la palabra alcance la categoría de relato. La tercera novela de Leda Díaz supone la consolidación de una voz narrativa precisa y cálida, articulada entre pliegues de recuerdos que pugnan por hacerse verdad y verdades que reclaman una nueva enunciación. La lectura de No bajar nunca de los árboles es, a la vez, un viaje por terrenos cuya geometría se configura necesariamente con retazos y la constatación de que la literatura, insaciable, nunca deja de exigir nuevas conquistas" (Alejandro Feijóo).