La confusión, esa angustia que se produce al darnos cuenta de que no somos quienes creíamos ser y la necesidad -o la resistencia- a aceptar esta nueva realidad. Cómo aprendemos a tolerar la confusión. Cuando el contacto nos permite romper la homeostasis, saltar al vacío, caer sobre nosotros mismos, la confusión es el polvo levantado por las estructuras derruidas de nuestro ego: la caída estrepitosa (y no pocas veces dolorosa) de nuestra autoimagen. Solo tolerándola y transitándola podremos despedirnos de la falsa ilusión, para terminar encontrándonos en un abrazo regocijado con aquel yo que nunca pensamos encontrar, o el que creímos perder.